Hoy os muestro una sesión de novios muy especial.
Carlos y Cristina, como también os cuento en el post de su boda, no son para mí una pareja cualquiera.
Carlos y yo nos conocemos desde pequeños y hacer su reportaje de boda y preboda eran citas muy esperadas.
Suele ocurrir en las sesiones de preboda que los novios están muy nerviosos. En muchas ocasiones es la primera vez que se ponen delante de una cámara y sin duda impone muchísimo. Sin embargo a lo largo del reportaje empiezan a olvidarse de la cámara para ser realmente ellos, que es lo bonito de este recuerdo. A veces cuando le haces fotos a amigos o familiares en un primer momento todos pensamos que puede ser hasta más difícil. Salir de tu rol habitual para convertirte en fotógrafo o modelo, genera una tensión inicial para luego darte cuenta de lo equivocado que estás, en mi caso, una vez más. Es maravilloso y divertido ver a los tuyos disfrutar ese momento, es genial estar creando esto para ellos. Y sin lugar a dudas la recompensa final acaba con todos los miedos e inseguridades.
Mis queridos Carlos y Cristina querían tener unas fotos muy naturales y hacerlas en el campo nos pareció una idea fantástica. Así que nos fuimos hasta la cañada de los pájaros, a orillas del río Guadiamar para comenzar con una tarde de ensueño con este par de enamorados. Reconozco que por aquel entonces nos invadía una sequía tremenda y ese lugar tan especial nos dejó algo chafados al encontrarnos con una laguna seca completamente. Pero no desesperamos, hicimos unas fotos preciosas y nos encaminamos hacia un nuevo destino.
Instantáneas entre arrozales
Los arrozales de Isla Mayor son un enclave muy representativo para mí. Siempre oí historias sobre mi abuelo, camionero de profesión, que conducía día tras días por aquel lugar. Por azares del destino, cuando trabajaba como coordinadora de un programa con menores, Isla Mayor fue uno de mis destinos y casi semanalmente transité ese mismo camino muchas veces. Recuerdo ver desde el coche sus atardeceres de colores espectaculares. El agua devolvía unos reflejos que te cortaban la respiración al morir el sol en el horizonte. Los pájaros sobrevolaban la zona y caminaban entre sus aguas convirtiendo aquel lugar en un auténtico espectáculo. Quién lo conozca sabe que no exagero ni un poco y cuando, ya cansada de un largo día, recorría esa misma carretera de vuelta siempre siempre soñaba con que algún día haría fotos en ese lugar.
Como no podía ser de otro modo, ellos tenían que ser los primeros así que cuando el sol estaba a punto de caer nos fuimos hasta allí para hacer sus últimas fotos llenas de amor, cariño y para mí mucha nostalgia.
Esta además es de las prebodas que he hecho más cercanas a la fecha de la boda. Así que sus miradas no podían esconder los nervios e ilusión por su gran día. La sonrisa no se borró de sus caras en ningún momento y las miradas de complicidad nos acompañaron durante toda esa larga tarde que se convirtió en un fugaz instante y es que el tiempo vuela cuando uno se siente bien. Pero para ello conservamos hoy estas fotografías.
Gracias por regalarme aquel momento. Ellos son una pareja bonita por dentro y por fuera. Aquí os dejo mi selección. Podéis juzgar por vosotros mismos.